El calor es aplastante. Somos
nosotros dos y un grupo de hombres de negro: seminaristas, mitad argentinos,
mitad brasileros. Esperamos todos bajo la sombra de un gran árbol al guía. Hay un entusiasmo de viaje de egresados entre los seminaristas. Quieren además ir a
Loreto cuando terminen acá en San Ignacio.
Suponemos que vienen haciendo un
itinerario turístico religioso.
Allá a lo lejos se acerca el Sr.
Guía con parsimonia, arrastrando una pierna. Nos sentimos desamparados apenas
empieza a hablar. Será una experiencia difícil, sin dudas, y nos miramos desconcertados. Aclara el hombre,
pañuelito en mano, para secarse la baba de la boca, que ha tenido un acv , que no está borracho
aunque hablando si lo parezca , que está haciendo un esfuerzo y espera que nosotros también lo hagamos.
Imposible negarse. Ser guía del lugar es su única fuente laboral, ni con acv
puede darse el lujo de perderla. Así que hay que arremangarse y ponerle voluntad.
Vamos haciendo el recorrido serpenteando entre medio de muros ruinosos y amuchándonos bajo la sombra de los árboles para escucharlo
con atención.
El Sr. Guía sabe mucho. No tiene un speech simplemente, sabe y
responde, porque los seminaristas parecen dispuestos a ponerlo
a prueba, todo quieren preguntar.
Hay palabras incómodas que resuenan:
“plaza de armas”, “Compañía de Jesús”,“Superior
General “. La doctrina militar y la religiosa van de la mano. Convivían los esfuerzos por aprender el idioma de los
nativos con los castigos por doblegarlos en sus costumbres como el derecho de pernada o la poligamia.
Los curitas quieren saber bien el nombre del que hizo cumplir la
orden de expulsión de los jesuitas en Argentina, quien fue el responsable del desenlace
de una novela donde hay instigación,
voto de obediencia, poder y disputas económicas. A nosotros, en cambio, nos
interesa más el tamaño del techo del templo, la
hazaña que habrá sido montar los tirantes , largos como los árboles más altos de
la selva. También nos llama la atención que el cementerio sea tan chico . Sólo los pocos que morían de viejos eran enterrados ahí . Los demás, la mayoría, muertos por las pestes , en otra parte.Yo que le saco fotos a todas las plantas , helechos y musgos me quedo embobada con una higuera
estranguladora abrazada a una columna de piedra durante tantos años hasta
esconderla en su interior. Un abrazo eterno, dice el guía .
Néstor le saca a los curitas una foto en lo que había sido el
frente del templo. Todos posan igual que
en las fotos escolares: los más
altos atrás, algunos agachados como en un equipo de fútbol. Después de eso se relajan,
hace mucho que estamos recorriendo el lugar y saben que no llegarán a Loreto. El
que dirige el grupo, es sacerdote
ya y nos pregunta de donde somos, con
ese afán geográfico que tiene la gente
en vacaciones. Nos cuenta con alegría que se ordenó en la Catedral de La
Plata, logrando emparentarnos de algún
modo. Dice que hace doce años está en Brasil, que le costó al principio entender
el idioma y que la primera vez que le
preguntaron : ¿cuantas vagas hay para
seminaristas? se sorprendió y pensó :¡Esto es cualquiera!, hasta que cayó en la cuenta de que hablaban de
vacantes .
-Porque las vagas son garotas, meninas, traduce
a sus alumnos en portuñol . Y
todos rien . Reimos . Un aplauso rotundo
felicita el esfuerzo del guía y el nuestro por entenderlo. Salimos y el grupo entero se queda junto a un carrito, una especie de
merchandising móvil y tercermundista que está estacionado en la calle, vendiendo libros,
videos y postales . Nosotros les
echamos una última mirada a todos esos jóvenes,
nos alejamos caminando y si, como somos paganos, nos preguntamos cómo
puede ser.
Roxana D’Auro