Durante todo el mes de Noviembre de 2018 estará expuesta en Galería Botánica , calle 53 esquina 4 La Plata .
En “El cuentista” de
Saki, el contador de historias entretiene a unos chicos
durante un largo viaje en tren. Cuenta sobre una niña llamada Bertha, tan buena que ha
ganado una medalla por obediencia, otra
por puntualidad y una tercera por buena conducta. Cuando el aburrimiento se adueña de los chicos, ante lo previsible
de la narración, el contador dice: “but
she was horribly good" (pero ella era espantosamente buena). A partir de ese binomio extraordinario el cuento resulta tan atractivo como impropio. El oxímoron de Saki nos seduce, como
a
los chicos del tren. La niña, al final
de la historia es, además, devorada por
el lobo no por su falta, sino por su obediencia. Saki nos interpela, sugestivo, con la incorrección de lo bueno. La pulcra, prolija, obediente niña no
es más que una invención.
No fuimos ni seremos así aunque se hayan esforzado por convencernos.
Vladimir Propp explica en su obra “Las Raíces históricas del
Cuento” que el bosque se suele presentar
como un “lugar denso, oscuro, misterioso y poco convencional”. Aunque Vladimir no hablara de nuestros cuerpos, hay una homología entre el bosque de las fábulas, transformado en una geografía moralizante, y la carga moralizadora que recae sobre nosotras desde entonces.
Aventurarse
en el bosque constituía una experiencia
peligrosísima, muchas veces mortal. Pero las alegorías literarias de niñas inocentes como
animales de presa se subvierten. Hoy aventurarse en el bosque es salirse de la senda, romper los límites,
encontrar la identidad. No podemos comprender el bosque desde sus
bordes, hay que adentrarse en él. Una
actitud activa y voluntaria. Algo “emboscado” nos está esperando. Los
“errores” que nos habitan están acechando en su interior: el deseo, la pulsión
sexual, la ira, el miedo.
Hoy sacamos de lo más
profundo del bosque todos los monstruos.
Hoy sacamos los
prejuicios de nuestro cuerpo hecho tabú y lo
deseamos más salvaje que disciplinado. Nos asumimos hediondas y peludas. Somos mamíferas. Sangramos
y le damos de comer a nuestras crías con
la leche que emanan nuestros pechos o, tal vez, decidamos con fiereza torcer nuestro destino biológico.
Como elijamos, pero
nunca espantosamente buenas.
Roxana D'Auro
¡Qué lindo, Roxana!
ResponderEliminarJorge!otras maneras de hacer circular las palabras . Abrazo
ResponderEliminarEs ...impresionante como pone la mente a repensar... muy agradecido.
ResponderEliminarJorge que bueno encontrarte por aca , gracias por la lectura
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