lunes, 1 de abril de 2019

Los niños del agua -cuento-

Después de la inundación del 2 de Abril  en La Plata  quise escribir algo ,  cómo era esto de volver a habitar nuestros lugares con la marca del agua indeleble en las paredes , algo sobre la resiliencia y particularmente la de lxs niñxs capaces de recitar de memoria los libros de cuentos  que ya no pudieron volver a leer. 

“Empujados por el viento  vamos colgados  sobre una banda, ciñendo, de cara al devenir”
Néstor Asprea /Agua en la cabeza.

Los niños del agua

Esta historia es de cuando llovió y llovió y llovió.
Es la historia de cuando  todos los zapatos de todas las zapaterías  salieron flotando por las calles  porque ya nunca más nadie jamás los iba a usar. Y la gente se secaba al sol vuelta y vuelta sobre los techos de las casas.
Es la historia de Eric y su amigo Juan, el vecino de enfrente.

Juan hizo un dibujo del barrio para acordarse donde estaban las casas que ahora duermen sumergidas.

Eric, con las piernas colgando  desde la ventana  de su cuarto,  en la planta alta,  intenta todos los días  pescar algo.
Juan, en la casa de enfrente, se asoma por  la chimenea   y, a  lejos,  con su catalejo parece el  marinero que desde el carajo gritó: ¡Tierra!
Pero Tierra no hay, sólo agua, agua y  agua.
Al final de cada día, va marcando  con una cruz roja en su mapa las casas  que la gente abandona, casas vacías que se van hinchando,  hasta caer de rodillas.

Eric nada y hace la plancha   sobre lo que  era el jardín de su mamá,  ya no hay que  preocuparse  por malezas ni  hormigas, hay un hermoso cantero  de algas que bailan despacito con la corriente.

Los semáforos siguen   funcionando. Los dos se preguntan: ¿cómo es que siguen funcionando? Eric espera  a que pasen flotando dos sillones y una mesa para cruzar a la casa de su amigo.
Lo invita  a cenar una  anguila que al fin pescó.
Se sumerge en su propia cocina  y bucea  buscando un sartén, ¡puede nadar con los ojos bien abiertos! ¡ y aguantar muchísimo la respiración! , mucho más que antes cuando iba a la colonia de vacaciones.  Las puertas del bajo mesada están  bastante hinchadas, cuesta abrirlas y cuando lo logra,  todo sale  flotando   armando   un embotellamiento de cacerolas en la esquina porque  la luz del semáforo cambia a  rojo.

No tienen  donde cocinar la anguila,  entonces comparten un mendrugo de pan sentados sobre las tejas , con los pies en el agua, extrañados por lo que les salió entre los dedos.
Pueden chapotear un montón y salpicar lejos.
Se comen el pan en bolitas, humedeciéndolo un poco para metérselo en las bocas redondas que  abren y cierran.
Al caer la noche  la luna se ve reflejada como un gran plato blanco sobre la superficie del agua que 
se va tiñendo  de a ratos del  rojo, amarillo, verde, amarillo, rojo, amarillo, verde, de los tontos semáforos.
Y aburridos como están, mirándose  a la luz de la luna, Eric le encuentra a Juan  una hendidura 
detrás de la oreja y  él le descubre a su amigo  unas  cascaritas plateadas que le están saliendo por todas partes.
Los dos tienen  un deseo incontrolable  de tirarse al agua.
Se zambullen  y  se quedan dormidos con los ojos abiertos flotando sobre sus panzas esperando que el viento los navegue.

Roxana D’Auro
Foto de: http://www.sub.coop/es/actualidades/agua-negra-es

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