“Empujados por el viento vamos colgados sobre una banda, ciñendo, de cara al devenir”
Néstor Asprea /Agua en la cabeza.
Los
niños del agua
Esta
historia es de cuando llovió y llovió y llovió.
Es
la historia de cuando todos los zapatos
de todas las zapaterías salieron
flotando por las calles porque ya nunca
más nadie jamás los iba a usar. Y la gente se secaba al sol vuelta y vuelta sobre
los techos de las casas.
Es
la historia de Eric y su amigo Juan, el vecino de enfrente.
Juan
hizo un dibujo del barrio para acordarse donde estaban las casas que ahora
duermen sumergidas.
Eric, con las
piernas colgando desde la ventana de su cuarto, en la planta alta, intenta todos los días pescar algo.
Juan,
en la casa de enfrente, se asoma por la
chimenea y, a lejos, con su catalejo parece el marinero que desde el carajo gritó: ¡Tierra!
Pero
Tierra no hay, sólo agua, agua y agua.
Al
final de cada día, va marcando con una
cruz roja en su mapa las casas que la
gente abandona, casas vacías que se van hinchando, hasta caer de rodillas.
Eric
nada y hace la plancha sobre lo
que era el jardín de su mamá, ya no hay que
preocuparse por malezas ni hormigas, hay un hermoso cantero de algas que bailan despacito con la corriente.
Los
semáforos siguen funcionando. Los dos se preguntan: ¿cómo es
que siguen funcionando? Eric espera a
que pasen flotando dos sillones y una mesa para cruzar a la casa de su amigo.
Lo
invita a cenar una anguila que al fin pescó.
Se sumerge
en su propia cocina y bucea buscando un sartén, ¡puede nadar con los ojos
bien abiertos! ¡ y aguantar muchísimo la respiración! , mucho más que antes
cuando iba a la colonia de vacaciones. Las
puertas del bajo mesada están bastante
hinchadas, cuesta abrirlas y cuando lo logra,
todo sale flotando armando
un embotellamiento de cacerolas en la esquina porque
la luz del semáforo cambia a rojo.
No
tienen donde cocinar la anguila, entonces comparten un mendrugo de pan sentados
sobre las tejas , con los pies en el agua, extrañados por lo que les salió
entre los dedos.
Pueden
chapotear un montón y salpicar lejos.
Se
comen el pan en bolitas, humedeciéndolo un poco para metérselo en las bocas
redondas que abren y cierran.
Al
caer la noche la luna se ve reflejada como
un gran plato blanco sobre la superficie del agua que
se va tiñendo de a ratos del rojo, amarillo, verde, amarillo, rojo,
amarillo, verde, de los tontos semáforos.
Y
aburridos como están, mirándose a la luz
de la luna, Eric le encuentra a Juan una
hendidura
detrás de la oreja y él le
descubre a su amigo unas cascaritas plateadas que le están saliendo por
todas partes.
Los
dos tienen un deseo incontrolable de tirarse al agua.
Se
zambullen y se quedan dormidos con los ojos abiertos
flotando sobre sus panzas esperando que el viento los navegue.
Roxana
D’Auro
Foto de: http://www.sub.coop/es/actualidades/agua-negra-es
Gracias por escribir este cuento. Gracias por la belleza en el dolor.
ResponderEliminarGracias a vos Adriana por la lectura
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