Insistencia
Los chicos rompieron el nido del hornero.
Finalmente lo lograron.
Se esforzaron, debo reconocer. Lo intentaron una y otra vez.
Mejoraron su técnica con la gomera: un ojo cerrado y el brazo derecho completamente extendido.
Cuando el nido cayó, quedó como un terrón de barro seco en la
puerta de casa. Ni siquiera pudieron patearlo, se transformó en una nube de
polvo en sus zapatillas.
De la insistencia pasaron a la decepción.
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Ayer escuché un toc-toc
en el techo del cobertizo.
Era el hornero.
Con su pico desgarraba la fibra de vidrio de la chapa. A contra
luz pude ver los pelitos de plástico
transparente que sostenía con determinación.
Su decepción mutó en insistencia.
Roxana D’Auro
Qué lindo, Roxana. Estaré atento a sus nuevas publicaciones. Un abrazo.
ResponderEliminarBuen Año Jorge!!!
ResponderEliminarHola Roxana, gusto en saludarte, soy Rodolfo Picone dueño de la cale del Parque, me encantó tu relato, lo haces muy bien, sin abusar de las metáforas, describiste una realidad, pasando por la fantasía de tu infancia, de una manera simple y sensorial, me gustaría que lo hagas ahora, de igual forma, de la renovada calesita, a la que le practique respiración boca a boca y allí la ves, arrancando carcajadas, a los castigados y cuarentenados "locos bajitos" te mando un fuerte abrazo, compañera de un mismo piso.
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