Insistencia
Los chicos rompieron el nido del hornero.
Finalmente lo lograron.
Se esforzaron, debo reconocer. Lo intentaron una y otra vez.
Mejoraron su técnica con la gomera: un ojo cerrado y el brazo derecho completamente extendido.
Cuando el nido cayó, quedó como un terrón de barro seco en la
puerta de casa. Ni siquiera pudieron patearlo, se transformó en una nube de
polvo en sus zapatillas.
De la insistencia pasaron a la decepción.
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Ayer escuché un toc-toc
en el techo del cobertizo.
Era el hornero.
Con su pico desgarraba la fibra de vidrio de la chapa. A contra
luz pude ver los pelitos de plástico
transparente que sostenía con determinación.
Su decepción mutó en insistencia.
Roxana D’Auro