Conejos y Castores
En el museo del fin del mundo hay un sector con viejos herbolarios. También hay unos paneles
que muestran las primeras ilustraciones
científicas que fueron hechas sobre la
fauna de la zona. Los animales se ven bastante fantásticos. Demasiado. Fueron mirados,
sin duda, con extrañamiento .
Las islas (y Tierra del Fuego es una isla) tienen esa
particularidad: una flora y fauna “rara”
que no se encuentra en el continente. Los primeros que llegaron al fin del mundo,
esos exploradores que se animaron
hasta los lejanos mares del sur, habrán
tenido, sospecho, una necesidad imperiosa de aferrarse a algo, le quisieron ganar una partida a esa naturaleza de noches eternas, de cielos con estrellas
nuevas, de aves aladas que no vuelan y
se empecinan en caminar como las personas, hasta habrán sentido una especie de melancolía por la vida
salvaje que conocían. Y empezaron con
los conejos. Dos parejas que se
transformaron en treinta millones. Después vinieron los castores.
“Beaver” se dice en inglés .Jamás lo voy a olvidar. En
una de mis primeras clases en una escuela primaria un chico me preguntó: ¿cómo
se dice castor en inglés? Yo por aquel entonces no lo sabía o no lo recordaba,
soy de Buenos Aires, de la llanura, se como se dice vaca, caballo o gallina, ¿qué
interés podía tener un chico de nueve años en castores?
¿Cómo NO SABES? dijo bien fuerte ¿No sos profe acaso? sentenció, dictándome la pena de muerte ante todos sus compañeros.
Volví a casa y
busqué en el diccionario cómo se decía: “Beaver “.
Desde ese día le tomé bronca a los castores.
Veinticinco parejas de castores llevaron a Tierra del Fuego para un proyecto peletero que jamás prosperó.
Los dejaron en libertad y se
transformaron en 150.000.
Donde hinca el diente el castor todo muere. Se pueden
ver los diques conteniendo el agua rodeados de árboles secos. Esa imagen
le da a los paisajes algo fantasmal. Se le suma el silencio. No trinan jilgueros o benteveos
en los bosques fueguinos. En ese
silencio exige respeto esta Tierra. Un respeto que le perdieron desde que se apagaron
aquellos fueguitos que le dieron nombre.
Roxana D'Auro
Hermoso. Un mar de fueguitos diría Galeano. Saludos, Roxana.
ResponderEliminarTal cual, me acordé del gran Eduardo . Abrazos Jorge!
EliminarAbrazos, Roxana. La sigo leyendo!
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