domingo, 30 de agosto de 2015

Los niños del agua

                                               “Empujados por el viento  vamos colgados  sobre una banda, ciñendo, de cara al devenir”
                                                                                                                                   Néstor Asprea /Agua en la cabeza.
Los niños del agua
Esta historia es de cuando llovió y llovió y llovió.
Es la historia de cuando  todos los zapatos de todas las zapaterías  salieron flotando por las calles  porque ya nunca más nadie jamás los iba a usar. Y la gente se secaba al sol vuelta y vuelta sobre los techos de las casas.
Es la historia de Eric y su amigo Juan, el vecino de enfrente.

Juan hizo un dibujo del barrio para acordarse donde estaban las casas que ahora duermen sumergidas.

Eric, con las piernas colgando  desde la ventana  de su cuarto,  en la planta alta,  intenta todos los días  pescar algo.
Juan, en la casa de enfrente, se asoma por  la chimenea   y, a  lejos,  con su catalejo parece el  marinero que desde el carajo gritó: ¡Tierra!
Pero Tierra no hay, sólo agua, agua y  agua.
Al final de cada día, va marcando  con una cruz roja en su mapa las casas  que la gente abandona, casas vacías que se van hinchando,  hasta caer de rodillas.

Eric nada y hace la plancha   sobre lo que  era el jardín de su mamá,  ya no hay que  preocuparse  por malezas ni  hormigas, hay un hermoso cantero  de algas que bailan despacito con la corriente.

Los semáforos siguen   funcionando. Los dos se preguntan: ¿cómo es que siguen funcionando? Eric espera  a que pasen flotando dos sillones y una mesa para cruzar a la casa de su amigo.
Lo invita  a cenar una  anguila que al fin pescó.
Se sumerge en su propia cocina  y bucea  buscando un sartén, ¡puede nadar con los ojos bien abiertos! ¡ y aguantar muchísimo la respiración! , mucho más que antes cuando iba a la colonia de vacaciones.  Las puertas del bajo mesada están  bastante hinchadas, cuesta abrirlas y cuando lo logra,  todo sale  flotando   armando   un embotellamiento de cacerolas en la esquina porque  la luz del semáforo cambia a  rojo.

No tienen  donde cocinar la anguila,  entonces comparten un mendrugo de pan sentados sobre las tejas , con los pies en el agua, extrañados por lo que les salió entre los dedos.
Pueden chapotear un montón y salpicar lejos.
Se comen el pan en bolitas, humedeciéndolo un poco para metérselo en las bocas redondas que  abren y cierran.
Al caer la noche  la luna se ve reflejada como un gran plato blanco sobre la superficie del agua 
que se va tiñendo  de a ratos del  rojo, amarillo, verde, amarillo, rojo, amarillo, verde, de los tontos semáforos.
Y aburridos como están, mirándose  a la luz de la luna, Eric le encuentra a Juan  una hendidura 
detrás de la oreja y  él le descubre a su amigo  unas  cascaritas plateadas que le están saliendo por todas partes.
Los dos tienen  un deseo incontrolable  de tirarse al agua.
Se zambullen  y  se quedan dormidos con los ojos abiertos flotando sobre sus panzas esperando que el viento los navegue.

Roxana D’Auro


viernes, 7 de agosto de 2015

Por qué los 7 de Agosto pienso en castañas de cajú saladas.

  1. Mi madre hizo una promesa con mi cuerpo, cuando yo era niña. Prometió llevarle a San Cayetano una vela con mi altura. Desconozco hasta el día de hoy los motivos de semejante promesa, pero yo tenía conocimiento de ella y me angustiaba que el tiempo pasara y mis marcas sobre la pared fueran sucediéndose hasta el punto de yo desear no crecer más hasta que mi madre pudiera cumplir con su endemoniada promesa ya que estaba convencida de que si seguía creciendo, no iba a encontrar fabricantes de velas que las hicieras tan largas o altas. Pero el día llegó. O mi madre juntó los ahorros necesarios para comprar la vela o definitivamente lo pedido había sido concedido y al fin fuimos hasta Liniers, que a mi me pareció ir al otro lado del mundo. Entramos en un negocio donde me hicieron apoyar contra una pared y compararon mi altura con dos o tres velas hasta que encontraron una de la medida exacta y ofrendamos mi cuerpo en forma de vela a un Santo que yo no conocía, que usaba faldas negras y de encaje y ante el cual mi madre se postraba con devoción. Recuerdo el momento en el que encendió la vela, mi vela, o sea mi cuerpo vela y me agarró la manito para apoyarla sobre el vidrio detrás del cual estaba el Santo. No quise ver cómo mi cuerpo se consumía y gracias a la incesante cantidad de gente que desfilaba frente al Santo tuvimos que dejar el lugar. Era verano, calculo diciembre , yo tenía una solerita floreada y la ilusión de que al final del día ostentara una mancha de helado en su pecho, pero no, la segunda misión de mi madre en Liniers era conseguir piñones para su pan dulce y fuimos al único lugar donde los vendían, según aseguraba ella.
  2. Como en el circo cuando el domador le da a los caballos un terrón de azúcar después de los trucos , a mí mi madre, tal vez como recompensa, me compró una bolsa con castañas de cajú saladas.
  3. Roxana D'Auro
  4. Muñeco Ken intervenido como San Cayetano de los artistas rosarinos Pool&Marianela
  5. http://www.poolymarianela.com/

Catálogo de lluvias



1-      La lluvia que es partícula de luz suspendida
Humedad con aspiraciones de lluvia
La que gusta de mis medias a rayas colgadas en la soga.
 
2-   Como malas palabras salpicadas , así, escupe la lluvia sus
gotas
gotones
sueltos
perdidos
Gasta su juventud en un ciego efímero entusiasmo.
 
3-   Llueve adentro
En la cocina
Sobre tu cama
En el baño
…detrás de la biblioteca la lluvia se mete
 quiere conocer los mundos secos
 
 
 
4-    Cuando  llueve con viento
Juegan carreras las gotas sobre los vidrios
Y yo con un cronómetro les tomo el tiempo.
 
5-   Lluvia negra
Lluvia hambrienta
Lluvia que lame las fotos
Y orina en las páginas de tus libros de poemas
Lluvia negra
Lluvia hedionda
Tu olor  a 89 (¿? ) muertos
Lluvia negra
Lluvia silenciosa incansable
La marca  en el muro
La tierra lavada
El hongo que crece
Lluvia negra
Lluvia de Abril
 
 
 
6- El deseo se hace lluvias esos domingos en los que stop el mundo cuando nuestros abrazos convocan nubarrones  y nuestros gemidos se confunden con los truenos  y me voy y te vas con el agua que vemos tras la ventana y nos justificamos  y no sabemos que nació  primero si la lluvia o el deseo.
 
7-   Odiosa la lluvia que elige lloverse en  mi cumpleaños
Lluvia que no entiende de almanaques
Ni de lo tristes que lucen los globos mojados
 Lluvia aguafiestas que merece morir bajo una cruz de sal
 
8-   Lluvia criolla
Lluvia argentina
Sin  sobretodo
Botas
paraguas
lluvia- conjuro para mezclar harina y agua
y llenar de olor a grasa las casas
 
 
9-   Lluvia arrepentida
Lluvia esquiva
Lluvia que amenaza con olor a tierra mojada
Lluvia que crece a la distancia, negra, majestuosa
Y nos deja a nosotros
 secos  en estas calles
No quiere morir en una alcantarilla
Esa lluvia
Se sabe  innecesaria … todos en esta ciudad  ya tienen agua  en sus miradas
 
10-  La lluvia del potrero es una lluvia que no moja, ya lo dicen los lluviólogos ,  en algunas regiones del planeta  la naturaleza de las cosas no se altera por su presencia , parece ser un fenómeno que se da con mayor intensidad  en  la periferia donde , es evidente , las camisetas no se mojan , ni las zapatillas se embarran  ni la pelotas se ponen pesadas. Los protagonistas de esta  singular precipitación confirman en sus declaraciones  no advertir la caída de la misma, ni tener sensación de frío o humedad alguna sobre el cuerpo, descreen inclusive de los truenos  argumentando que seguro gritan sus goles desde el cielo.

Roxana D'Auro



domingo, 2 de agosto de 2015

Postales bonaerenses





¿A dónde van los perros que caminan solos, sin dueño? Parecen tan decididos, con el paso rítmico, hasta en cierto modo, apurado. Van un poco cabeza gacha, un poco el rabo entre las patas, para no llamar la atención; pero los de adentro no resisten su descarada libertad y escupen sus bramidos tras las rejas, los alambrados, y ladran , ladran , ladran , todos juntos , desaforados . Sin embargo, los perros que andan sueltos no alardean, tal vez de reojo y a la pasada, lancen alguna mirada, como quien no quiere la cosa , mientras los otros ya se paran en dos patas o corren en círculos y hunden más aún el surco que hace años vienen haciendo en el jardín . Los perros libres hasta saben cruzar la calle, pararse justo en el límite ése donde el asfalto se mezcla con el barro o el pasto y hasta saben de esperas, calculan distancias y velocidades, sin equivocarse,…casi nunca.

Las señoras de mi barrio no quieren a los perros libres, a los que gustan de hundir su hocico en las bolsas de la basura, a los que eligen la hora de la siesta para pasear sus huesos, por eso salen , ellas , chancletas de paño, medias tres cuartos , hundiendo las manos en el bolsillo del delantal ,… sacan la gomera y apuntan .
Practican hace años las señoras de mi barrio y, es una pena, pero cada vez están afinando más la puntería.


Roxana D'Auro